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Había una vez una pequeña hormiga llamada Tita, que vivía en un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores. Tita era una hormiga muy trabajadora, siempre cargando hojas y ramitas para ayudar a construir su nido.
Un día, mientras caminaba por el jardín, Tita escuchó un sonido extraño que venía de la distancia. Se acercó con cautela y descubrió que era una abeja zumbando alrededor de una flor. El zumbido de la abeja era tan fuerte que parecía que el jardín entero temblaba.
Tita se acercó aún más y vio cómo la abeja volaba de flor en flor, recolectando polen con sus patas peludas. La abeja era tan veloz que parecía un rayo amarillo y negro zumbando por el jardín.
Tita pensó en lo trabajadora que era la abeja, incluso más que ella misma, y se comparó con ella. "Soy como una pequeña hormiga en comparación con esa abeja", pensó Tita.
Mientras observaba a la abeja trabajar, Tita sintió que su corazón latía más rápido y más fuerte, como si pudiera salirse de su pequeño cuerpo. Era como si su corazón tratara de igualar el zumbido fuerte de la abeja.
Tita entonces pensó en cómo la abeja parecía tener su propia personalidad, como si fuera una pequeña persona que trabaja duro en su tarea. "Es como si la abeja fuera una persona en miniatura", pensó Tita, humanizando a la abeja.
Mientras observaba a la abeja, Tita también notó una flor especialmente hermosa que la abeja había estado visitando. La flor era tan grande y tan colorida que parecía una joya brillante en medio del jardín. "¡Es la flor más hermosa que he visto nunca!", pensó Tita con asombro, utilizando una hipérbole para expresar su admiración.
Desde ese día, Tita continuó trabajando duro, como una pequeña hormiga trabajadora, pero siempre recordando la abeja veloz, zumbando alrededor del jardín, como una pequeña persona en miniatura. Y siempre recordó la flor más hermosa que había visto nunca, brillando como una joya en medio del jardín.
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