Si todos tenemos los mismos derechos, ¿por qué en la vida diaria no se trata igual a todas las personas?

Según la Declaración Universal de Derechos Humanos, todas las personas somos iguales y tenemos los mismos derechos. En los artículos 1 y 2 se establece:

Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros (…) sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.

Sin embargo, nuestra experiencia en la vida diaria nos muestra que esto no es así, ya todos los días observamos y formamos parte de situaciones en las que no se trata igual a todas las personas. Esto se debe a que en la sociedad existen ideas profundamente arraigadas o prejuicios que generan un trato desigual.

Por ejemplo, hasta hace pocas décadas, los afrodescendientes de los Estados Unidos no podían compartir los mismos lugares que las personas blancas en los transportes, en las instituciones educativas o en los restaurantes. Otro ejemplo es el que se refiere al lugar de las mujeres en la sociedad: hasta no hace mucho tiempo, las mujeres no podían votar ni cursar carreras profesionales ni acceder a puestos gerenciales. También las personas pobres se ven afectadas en muchos lugares por la marginación: tienen menos oportunidades para conseguir trabajos, acceder a la educación u obtener una atención de salud adecuada.

Es necesario que todos dejemos de lado nuestros prejuicios referidos a las diferencias de raza, religión, condición económica o género para comenzar a pensar en la posibilidad de un mundo en el que la igualdad de derechos sea una realidad en la vida de todos los días.