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El cuento “La pista de los dientes de oro” fue escrito por el autor argentino Roberto Arlt y publicado originalmente en 1937.
El texto presenta un narrador omnisciente en tercera persona, es decir que conoce todo lo que sucede en el relato y dentro de la cabeza de los personajes.
El relato pertenece al género policial, pero tiene algunas características particulares que lo diferencian. Entre ellas, el hecho de que, mientras lo habitual en el género es que el enigma se devele al final, aquí el lector sabe desde el principio quién es el asesino.
Así, la policía avanza sobre una pista falsa (los dientes de oro) y, apenas en la mitad del relato, el narrador devela que el asesino nunca será encontrado, algo que uno no esperaría tampoco en un policial clásico. De este modo, no es el investigador, sino el propio asesino quien devela de qué modo se ha cometido el crimen perfecto.
Argumento:
Al principio del relato, Lauro Spronzini entra a su habitación y se extrae de la boca unos dientes falsos de oro que destruye. Un rato antes, ha estado en la habitación de Doménico Salvato, a quien ha asesinado colgándolo de una cuerda, atado a una silla.
Mientras tanto, en la habitación del hombre asesinado, la policía comienza a recabar pistas y a recolectar testimonios. Todo indica que Salvato fue asesinado por un hombre que lo visitó dos veces en su habitación, cuya característica distintiva es que tiene dos dientes de oro.
De ahí en adelante, la policía comienza a buscar al asesino, pero el lector sabe en todo momento que están siguiendo una pista equivocada, pues están buscando a un sospechoso que tenga dientes de oro en su boca. Así, muchas personas inocentes que responden a esta característica se acercan a las oficinas policiales a declararse inocentes. Mientras tanto, la policía solicita a todos los odontólogos las direcciones de las personas que hayan necesitado la colocación de dos o más dientes en la parte superior izquierda de la boca.
Llegada la mitad del relato, se cuenta que luego de más de un año de investigación, el caso es olvidado y el asesino nunca es descubierto. Sin embargo, el texto afirma que alguien podría haber denunciado a Lauro Spronzini aunque no lo hizo, y cuenta lo sucedido retrocediendo en el tiempo al día posterior al asesinato.
Ese día, Lauro Spronzini, al tanto de lo que ocurre con la investigación a través de la prensa, comienza a sentir un intenso dolor de muelas y debe acudir a un odontólogo de urgencia. Elige que sea una mujer y la visita ese mismo día. La odontóloga lo atiende y descubre en su boca una veta de papel de oro. Sigue atendiéndolo y lo vuelve a citar para dentro de dos días.
Luego de que Lauro se va, la odontóloga ata cabos y comprende que ha atendido al asesino del crimen que está en boca de todos. Entiende que debe denunciarlo, pero algo dentro de ella no la deja hacerlo y lo va a ver. Se da a entender que no solo siente curiosidad, sino que también se ha enamorado de él.
Cuando llega, Lauro se da cuenta de que lo han descubierto y decide confiarle la historia, porque al verla comprende que ella no quiere denunciarlo. Doménico Salvato era su ex cuñado, que abandonó a su hermana en una lenta agonía, y él quiso vengar su muerte. Así, la odontóloga parece comprender la causa y, cuando se va de la casa, le pregunta si asistirá a la cita médica que tienen al otro día, dando a entender que nunca lo denunciará, hecho que ya ha sido confirmado en la mitad del relato.
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