carla_rr
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Escuela primaria
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A juzgar por su estilo, tema y estructura ¿en cuál de los siguientes contextos estaría inscrito más apropiadamente el pasaje anterior?

  • Respuesta verificada

    0

    ignacio_m

    a) En una revista académica, como parte de un artículo sobre los orígenes y la importancia de la filosofía cartesiana. No. Si bien se refiere a un episodio de la vida de Descartes, solo realiza una referencia muy superficial a su filosofía, al final del texto, cuando dice que, si Descartes hubiera sido asesinado en ese momento, no tendríamos filosofía cartesiana.

    b) En un discurso ofrecido a un grupo conformado por aficionados al estudio de asesinatos o a la historia de la filosofía. Sí. El tema del pasaje se relaciona con una tentativa de asesinar a quien sería una de los más importantes filósofos modernos. Y se percibe que se trata de un discurso ante un auditorio por el tono ameno de la exposición y por las reiteradas interpelaciones al auditorio (cuando dice: “caballeros”, “señores”).

    c) En una crónica periodística, con motivo de un especial acerca de las muertes más curiosas de la historia.  No. Si bien se refiere a un episodio que estuvo cerca de terminar en una muerte, no se trata de una crónica periodística. El autor hace referencia a un hecho que ha leído en una biografía sobre un filósofo del siglo XVII y lo presenta ante un auditorio como un evento curioso, que no termina en una muerte.

    d) En un seminario dirigido a historiadores especialistas en la vida de los personajes insignes del siglo XX. No. Si bien el pasaje está dirigido a un auditorio, el personaje insigne del que habla vivió en el siglo XVII y no en el siglo XX.

    La pregunta se refiere al siguiente pasaje de El asesinato como una de las bellas artes, del escritor inglés Thomas De Quincey:

    El primer gran filósofo del siglo diecisiete (si exceptuamos a Bacon y a Galileo) fue Descartes, y si alguna vez se dijo de alguien que estuvo a punto de ser asesinado, habrá que decirlo de él. La historia es la siguiente, según la cuenta Baillet en su Vie De M. Descartes, tomo 1, páginas 102-103. En 1621, Descartes, que tenía unos veintiséis años, se hallaba como siempre viajando (pues era inquieto como una hiena) y, al llegar al Elba, tomó una embarcación para Friezland oriental. Nadie se ha enterado nunca de lo que podía buscar en la Friezland oriental, y tal vez él se hiciera la misma pregunta, ya que, al llegar a Embden, decidió dirigirse al instante hacia la Friezland occidental, y siendo demasiado impaciente para tolerar cualquier demora, alquiló una barca y contrató a unos cuantos marineros. Tan pronto habían salido al mar cuando hizo un agradable descubrimiento, a saber, que se había encerrado en una guarida de asesinos. Se dio cuenta, dice M. Baillet, de que su tripulación estaba formada por criminales, no aficionados, señores, como los somos nosotros, sino profesionales cuya máxima ambición, por el momento, era degollarlo. La historia es demasiado amena para resumirla y a continuación la traduzco cuidadosamente del original francés, de la biografía:

    “M. Descartes no tenía más compañía que su criado, con quien conversaba en francés. Los marineros, creyendo que era un comerciante extranjero, y no un caballero, pensaron que llevaría dinero consigo. Así que llegaron a una conclusión nada ventajosa para su bolsa. Entre los ladrones de mar y los ladrones de bosque, hay esta diferencia y es que los últimos pueden dejar con vida a las víctimas sin peligro para ellos, en tanto que, si los otros llevan a sus pasajeros a la costa, corren gran peligro de terminar en la cárcel. La tripulación de M. Descartes tomó todo tipo de precauciones para evitar todo riesgo de esta naturaleza. Lo suponían un extranjero venido de lejos, sin relaciones en el país, y se dijeron que nadie se daría el trabajo de averiguar su paradero, en el caso de que desapareciera”.

    Piensen, señores, en estos perros de Friezland que hablan de un filósofo como si se tratara de una barrica de ron consignada a un barco de carga.

    “Notaron que era de carácter manso y paciente y, juzgándolo por la gentileza de su comportamiento y la cortesía de su trato, se imaginaron que sería un joven inexperimentado, sin situación y raíces en la vida, y concluyeron que sería fácil quitarle la vida. No tuvieron empacho en discutir la cuestión en presencia suya pues no creían que entendiese otro idioma además del que empleaba para hablar con su criado; como resultado de sus deliberaciones decidieron asesinarlo, arrojar sus restos al mar y, luego, repartirse el botín”.

    Disculpen que me ría, caballeros, pero a decir verdad siempre me río cuando recuerdo esta historia, en la que hay dos cosas que me parecen muy cómicas. Una de ellas es el pánico de Descartes, a quien debieron ponérsele los pelos de punta, ante el pequeño drama de su propia muerte, funeral, herencia y administración de bienes. Pero hay otro aspecto que me parece aún más gracioso, y es que, si los mastines de Friezland hubieran “estado a la altura”, no tendríamos filosofía cartesiana.

    Gracias

    Marcada como correcta

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