Señala la ubicación, economía, cultura y principales rasgos de las civilizaciones de Creta y Micenas.

Civilización de Creta

• Ubicación. Se desarrolló en Creta, una isla ubicada en el Mar Mediterráneo oriental, en sur del Mar Egeo, alrededor del año 2500 antes de Cristo. Se la conoce como civilización minoica, en recuerdo de la figura del rey Minos y del mito cretense del Minotauro, un ser legendario que era mitad humano y mitad toro.
• Economía. La isla se destacaba por sus valles, con abundancia de viñedos y olivares, y pastizales donde se practicaba el pastoreo de ganado. Además, los cretenses eran grandes navegantes que recorrían constantemente las costas de Grecia, Egipto y el Cercano Oriente. Hasta la expansión de los fenicios, controlaron la mayor parte del comercio que se realizaba en el Mediterráneo oriental. En los almacenes de los palacios, se guardaban los bienes destinados al comercio con otros pueblos: vinos, aceite y manufacturas de bronce.
• Cultura. Los palacios poseían gran belleza y sofisticación; estaban decorados con frescos que reproducían paisajes y motivos marinos. Los cretenses eran politeístas: rendían culto a un dios toro, así como también a un considerable número de divinidades masculinas y femeninas. Utilizaban la escritura con fines administrativos, inicialmente en forma pictográfica y luego mediante métodos silábicos. Uno de esos métodos fue decodificado en la década de 1950 y permitió que los investigadores realizaran importantes avances en el conocimiento de la cultura de Creta.
• Principales rasgos. Era una civilización pacífica, que se orientaba especialmente al comercio; por esa razón, los palacios no estaban amurallados. Además, ni la decoración de los muros de los palacios ni los restos arqueológicos de cerámica y orfebrería muestran motivos guerreros. Los palacios poseían instalaciones de baño y cloacas.

Civilización de Micenas

• Ubicación. Se desarrolló en la península del Peloponeso, a partir del 1600 antes de Cristo, debido a la irrupción en la zona de los aqueos, un pueblo de origen indoeuropeo.
• Economía. Había una jerarquía formada por el rey, los miembros de la corte, los militares y los funcionarios religiosos. Los ciudadanos se dedicaban a la agricultura y a las artesanías. Los agricultores respondían a la autoridad de los líderes de cada aldea. Podían acceder a la posesión de la tierra, mediante la prestación de determinados servicios; además, había tierras de uso comunal que podían utilizar todos los integrantes del pueblo. Los artesanos se destacaban en la producción de armas y objetos decorativos de plata y bronce. Además, existía en la sociedad un importante número de esclavos. El comercio se centraba en los cereales, los olivares y los viñedos (trigo y cebada, aceite de oliva, vinos). También se comerciaba ganado ovino y caprino. Además, se especializaban en la industria de la perfumería y de productos textiles.
• Cultura. Los palacios se encontraban adornados con frescos y estaban guarnecidos con murallas de hasta 8 metros de grosor. Su religión era politeísta y los dioses tenían características antropomórficas, es decir, se parecían físicamente a los seres humanos, y tenían hábitos y conductas semejantes a los de las personas. Sin embargo, a diferencia de los seres humanos, los dioses eran seres inmortales. En el ámbito artístico, se dedicaron a la cerámica y la pintura; también forjaron armaduras y armas de guerra, que se conocen actualmente, pues fueron rescatadas en las excavaciones arqueológicas. Desarrollaron una escritura silábica, que constituye el primer testimonio del agrio arcaico.
• Principales rasgos. Esta civilización estaba conformada por un conjunto de Estados pequeños que no se encontraban sometidos a ninguna autoridad política superior. Dichos Estados estaban liderados por monarcas asistidos por una aristocracia guerrera y un conjunto de funcionarios. Los reyes concentraban gran poder y procuraban controlar todos los aspectos de la vida social y económica de sus reinos. En el siglo XIII antes de Cristo, algunos reinos micénicos se unieron para atacar la rica ciudad fortificada de Troya (ubicada en el territorio que ocupa actualmente Turquía), con el objetivo controlar el paso del mar Egeo al mar Negro, que tenía gran importancia para el comercio.