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Considero que hablar del deceso del libro resulta un tanto exagerado. Es posible que, en los últimos años, la posibilidad de acceder a gran cantidad de textos en forma de libro electrónico haya provocado una disminución en las ventas de los libros en papel. Sin embargo, estos siguen existiendo, están exhibidos en las librerías y cotidianamente vemos personas que los leen en los bancos de los parques, en los asientos de los trenes, en las salas de espera de los médicos o en las mesas de los bares.
Un libro siempre es una compañía grata. Podemos cerrarlo y volver a abrirlo en cualquier circunstancia: no hace falta tener conexión de Internet ni batería cargada para leer un libro. Su formato es muy adecuado para retroceder a páginas ya leídas en busca de un dato que hemos olvidado, o para saber cuántas páginas nos faltan para terminar un capítulo. Podemos llevarlo en nuestro bolso tanto si hay sol como si llueve, tanto en la playa como en la montaña.
El libro también es una herramienta muy útil para quienes estudian. Si bien es cierto que, a través de Internet, podemos buscar y encontrar información sobre cualquier tema, un libro dedicado al asunto que nos interesa siempre cuenta con la ventaja de estar organizado, tener una progresión clara en su desarrollo, distribuir de manera provechosa los gráficos y las fotografías y, como siempre, permitirnos retroceder o avanzar hacia otras páginas que nos ayuden a aclarar algunos aspectos más dificultosos.
En último lugar, pero no menos importante, un libro es siempre una buena alternativa para hacer un regalo. Resulta grato imaginar qué lectura podrá interesarle a una persona que amamos, del mismo modo que nos conforta llevar con nosotros un libro que nos recuerda a quien nos lo ha regalado o recomendado.
Por todos estos motivos, considero que no estamos asistiendo al deceso del libro y que seguiremos disfrutando de su presencia junto a nosotros durante mucho tiempo.
Gracias
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