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Escuela primaria
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Inventar un cuento que tenga inicio nudo y desenlace

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    ignacio_m

    La apuesta

    (Inicio) Érase un campesino llamado Pedro al que le gustaba recorrer los prados y las montañas. En una de sus salidas, lo sorprendió la noche en medio del camino y, como aún estaba lejos de su casa, decidió cobijarse en una cueva bastante confortable que encontró tras un peñasco. Apoyó sus cosas en el suelo y, sumamente fatigado, se acostó a dormir.

    (Desarrollo) Cuando despertó a la mañana siguiente, lo primero que vio fue un gigante que estaba sentado frente a él y lo miraba con mucha curiosidad. —¿Quién eres tú? —le preguntó el Gigante—. ¿Quién te ha dado permiso para dormir en mi cueva? —Buen día. Me llamo Pedro. Me acosté a dormir aquí porque la noche me sorprendió en el camino y estaba muy cansado. —Muy bien, señor Pedro. Haremos lo siguiente. Serás mi huésped un día más y realizaremos una apuesta. El que gane recibirá cien pesos del que pierda… Siempre y cuando tengas dinero. —Por supuesto que tengo. Mire —dijo Pedro, mientras le mostraba al gigante sus billetes. —Entonces mañana se hará el desafío. Veremos quién lanza más alto una piedra. —Me parece muy bien. Soy muy bueno en el lanzamiento de piedras, ya lo verá con sus propios ojos. Al día siguiente, Pedro se levantó muy temprano, mientras el gigante seguía durmiendo. Preparó una trampa con unas migas de pan que tenía en su bolso y, de ese modo, logró cazar un pequeño pájaro que se guardó en uno de sus bolsillos. Cuando el Gigante se despertó, lo primero que dijo fue: —Ya salió el sol, Pedro. Es hora de hacer lo que establece la apuesta. Salieron de la cueva y caminaron hasta un lugar llano. El gigante se inclinó, levantó del suelo una gran piedra y la lanzó con tanta fuerza que tardó más de un minuto en caer. —Buen tiro— dijo Pedro. Acto seguido, sacó del bolsillo el pájaro que había cazado un rato antes y lo mantuvo bien oculto en su mano. Se inclinó hacia el suelo como si fuera a tomar una piedra y, luego de enderezarse, abrió el puño fingiendo que arrojaba la piedra. El ave, al sentirse libre, ascendió a tanta altura que se perdió de vista.

    (Final) El gigante se quedó esperando que la piedra cayese, pero Pedro, con una gran sonrisa, le dijo: —Podemos quedarnos esperando. Pero la verdad es que la piedra que arrojé seguirá subiendo cada vez más hasta llegar a la luna. El Gigante reconoció la derrota y le dio a pedro los cien pesos que se había ganado.

    Versión de un cuento tradicional.

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