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Refrán 1: A caballo regalado no se le miran los dientes
Elena quería mucho a su sobrina Lisa, que estaba por cumplir quince años y era sumamente coqueta. Lisa también quería a su tía, pero criticaba lo que ella consideraba su poco gusto para elegir los atuendos con que se vestía.
Para el día del cumpleaños de Lisa, Elena trató de imaginar el regalo que pudiera ser más útil para su sobrina. Había comenzado el invierno y ella había notado que a Lisa le iban chicas todas las prendas de abrigo que tenía del año anterior. Por lo tanto, reunió sus ahorros y le compró un tapado de lana colorada, muy bonito, aunque no era de una marca de tendencia. Cuando Lisa recibió el regalo, se alegró sinceramente de que Elena hubiera pensado con tanta dedicación qué era lo que ella podía necesitar. Y, a pesar de que la prenda no era tan glamorosa como a ella le hubiese gustado, la usó casi todos los días de frío en ese invierno, porque, como ya se sabe, “a caballo regalado no se le miran los dientes”.
Refrán 2: A quien madruga Dios lo ayuda
Lucas y Aurelio eran muy buenos amigos. Hacía poco tiempo que habían terminado la escuela y se preparaban para hacer la carrera de contable. Sabían que, para poder cursar los estudios superiores, les convendría contar con un trabajo que les permitiera tener ingresos para sus gastos habituales. Por eso se sintieron entusiasmados cuando leyeron en el diario un aviso en el que la más importante tienda comercial del pueblo solicitaba una persona para preparar los despachos del depósito.
Al día siguiente, Lucas se levantó de la cama muy temprano, se aseó, tomó un desayuno frugal, se puso su mejor traje y fue a presentarse en la tienda, donde causó muy buena impresión en el jefe que le realizó la entrevista.
Aurelio, confiado en sus buenas calificaciones y su destreza para la conversación, consideraba que ya tenía el puesto antes de presentarse. Por eso se levantó tarde, salió apurado de su casa, sin prestar atención al aseo ni a la ropa, y, todavía medio dormido, se presentó a la entrevista.
El puesto fue para Lucas. Aurelio, como buen amigo que era, lo felicitó. Mientras tanto, reconocía para sus adentros la sabiduría del refrán: “A quien madruga Dios lo ayuda”.
Refrán 3: Dime con quién andas y te diré quién eres
Rita era una de las estudiantes más populares del colegio. Todos elogiaban su inteligencia, su buen gusto y su destreza en el campo de deportes. Como no era engreída, compartía la mesa del comedor con quien quisiera sentarse a conversar con ella. Y así fue que no tardó en hacer buenas migas con Maqui.
Maqui, en cierto modo, era todo lo opuesto de Rita: malevolente, chismosa, de poco humor y criticona. Por eso, fue para ella toda una sorpresa que Rita le siguiera la conversación. Con el transcurso de los días, se volvieron casi inseparables, al tiempo que Rita empezaba a notar que nadie más se acercaba para estudiar, pasear o comer con ella.
—Perdona, Rita —le dijo una vez Graciela, una de sus compañeras habituales de estudio—. Te pasas mucho tiempo con Maqui. Y, de tanto estar en su compañía, nosotras comenzamos a creer que eres tan antipática como ella. Ya sabes: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.
Refrán 4: Mucho ruido y pocas nueces Gran expectativa causó en el pueblo el anuncio de que doña Ximena y su marido, don Esteban, inaugurarían un salón para tomar café. El matrimonio se encargó de repartir coloridos volantes en todas las casas, pusieron grandes carteles en los lugares más concurridos. El día de la inauguración, un vehículo con megáfono recorrió las calles anunciando las bellezas del lugar y las exquisiteces de su repostería internacional.
Toda esa campaña de publicidad logró su objetivo: al abrir las puertas de su flamante negocio, Ximena y Esteban encontraron reunidos en la entrada a casi todos los pobladores del lugar. Lucían muy entusiasmados y todos querían probar algún rico pastel.
Lamentablemente, quedaron bastante decepcionados al comprobar que la oferta gastronómica era muy deficiente y podo elaborada. —Suele pasar —se le oyó decir a una de las vecinas más ancianas, llamada doña Blanquita, mientras salía con expresión desilusionada—. Otra vez se ha cumplido el refrán “Mucho ruido y pocas nueces”.
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