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Los prefijos son elementos gramaticales que se colocan delante de una palabra. Los sufijos, por su parte, son morfemas que se agregan al final. Ambos elementos se utilizan para modificar el significado de las palabras a las que se unen.
CAPERUCITA ROJA Había una vez una niña a la que todos llamaban Caperucita Roja porque siempre lucía una hermosa capa de ese color. Ella era superinteligente (super-) y buenísima (-ísima), y a menudo ayudaba a su madre en todo lo que le pedía. Un día, la abuela de Caperucita, que vivía al otro lado del bosque, se enfermó, y entonces la mamá le pidió a la niñita (-ita) si por favor podía llevarle una canasta con un pastel y otros víveres que estaba necesitando.
Caperucita accedió encantada, no solo porque le gustaba ayudar, sino también porque amaba pasear. Antes de salir, la madre le advirtió sobre los peligros del bosque: —Caperucita, debes ir con cuidado y no salirte nunca del camino, porque te puedes perder y es extrapeligroso (extra-). Caperucita asintió como siempre, obediente, pero apenas traspasó (tras-) la puerta de su casa se entusiasmó con el paseo y el día de sol y se olvidó de todo. Camino a la casa de su abuela, la niña se encontró con el lobo al lado de un riacho (-acho) que corría por el bosque, y este le preguntó a dónde iba. Ella le contó que iba a ver a su abuela y a llevarle un pastel porque estaba enferma, a lo que el lobo respondió: —¡Qué bien! Justo yo iba para el mismo lado. Te juego una carrera: tú ve por el camino de la izquierda y yo iré por el de la derecha. Lo que Caperucita no sabía era que para el lobo el bosque era archiconocido (archi-) y que la estaba mandando por el camino más largo para poder llegar él primero a casa de la abuelita (-ita). La niña no quería desobedecer (des-) las órdenes de su madre, pero la historia le pareció creíble (-ble) y decidió correr la carrera. El plan del lobo era cuasiperfecto (cuasi-): comerse a la abuela, luego a Caperucita y de postre el pastel. La niña llegó ultrarrápido (ultra-), sin saber que el animalejo (-ejo) ya estaba allí hacía rato. Entró y la vio a su abuela cubierta con una manta, pero la notó distinta que de costumbre, y pensó que era a causa de su enfermedad. —Abuelita, abuelita, ¡qué ojazos (-azo) tan grandes tienes! —exclamó sorprendida. —Son para verte mejor —respondió el lobo con una vocecilla (-illa) impostada. —Abuelita, abuelita, ¡qué orejas tan grandes tienes! —dijo la niña. —Son para escucharte mejor —contraatacó (contra-) el lobo. —Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes y filosos tienes! —dijo finalmente (-mente) Caperucita. Y el lobo respondió: —¡Son para comerte mejor! En ese momento, el lobo saltó de la cama para comerse a Caperucita y ella huyó despavorida hacia la antesala (ante-). Cuando estaba casi acorralada por el animalote (-ote), apareció en la puerta un leñador (-dor) que había visto a la bestia rondando por la casa y se había quedado preocupado.
En cuanto vio la escena, entendió lo que había ocurrido: el lobo timador (-dor) se había comido a la abuelita y estaba a punto de hacer lo propio con Caperucita. Por suerte, el leñador era muy valiente y fuerte, y rápidamente (-mente) cortó la panza del lobo y extrajo (ex-) a la abuelita sana y salva. Así fue como Caperucita se encontró con su abuelita y le pudo entregar el pastel que llevaba para ella. Luego regresó a su hogar y nunca más volvió a desoír (des-) las advertencias de su madre.
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